Aprender de la pedagogía silvestre naturalmente significa aprender de nuestro entorno. Si nuestro entorno, el medioambiente, es natural (no solo con acceso a espacios naturales), nacerá en nosotros el sentido de exploración y compromiso con lo que se aprende, es decir, en relación directa con la naturaleza. A eso le llamamos conexión. Y a esa conexión le llamamos amor. Un amor inclusivo y responsable que entiende que amar nuestro medioambiente es amarnos a nosotros mismos.
Los seres silvestres son al mismo tiempo guardianes y maestros. Con esa intuición caminamos y recorremos el camino de asilvestrarnos. Es un camino al encuentro con la naturaleza y con la naturaleza de las cosas. Es en esencia un encuentro con nosotros mismos. Un encuentro con la vida. ¡Nos encontramos en la vida!
Ahora que nos hemos encontrado, tenemos la corazonada... presentimos... que al compartir contigo y con tus seres queridos, no solo el espacio y los ritmos que el tiempo nos dicta, sino también los ciclos y los elementos naturales así y aquí dispuestos, aprenderemos más de ti y de cómo ayudarnos a adaptarnos a cualquier desafío. Llámese adaptarnos a un cambiante medioambiente. A responsabilizarnos de nuestro medioambiente. A respetar, e inclusive, hacer resonar ese respeto por la vida.
Aprender en la pedagogía silvestre nos hace agentes de conservación, pero también de cambio.
Aprender con la pedagogía silvestre nos hace partícipes del espíritu vital del mundo natural. Promueve en las y los niños, en nosotros mismos, una verdadera vocación de sustento y auto sustento. El hermoso binomio del cuidado y autonomía. El interés superior del niño y de la niña. La responsabilidad más grande que tenemos como acompañantes de tus hijos en esta etapa inicial de su vida, es ser corresponsables contigo de su seguridad y del desarrollo de su autonomía.